EL JARDÍN DE LAS DELICIAS
Reflexiones sobre (falsos) paraísos
Indagar
sobre el significado de la Tierra para la humanidad en tanto cómo aquélla es
pensada y sentida, así como deliberar qué postura asumir frente a su irreversible
transformación por el despojo capitalista, son cuestiones que atraviesan la
conflictividad social del país y, en general, el destino de la humanidad.
La propuesta
de Eduardo Cochachín alude a “El jardín de las delicias” de El Bosco
como punto de partida para meditar sobre estas cuestiones. Si en la obra de El
Bosco se representaban los placeres terrenales como el falso paraíso de una
humanidad en camino a su perdición, las obras de Cochachín muestran ficticios paisajes
naturales modificados por la acción del hombre. A veces de forma sutil -campos
desgastados por la presencia humana- o más explícito mediante máquinas de
extracción y manchas oscuras que aniquilan las figuraciones. Los ‘nuevos
jardines’ de Cochachín revelan que la Tierra, entendida como un todo que cobija
e interactúa con lo humano, no sólo transforma su apariencia sino también
modifica nuestra interacción con ella. Las personas representadas -en grupos
pequeños, solitarios o acompañados por mascotas- miran, meditan y señalan su
entorno en actitud pasiva, despojados de mayor dinamismo. Incluso en “Paseo
en la pradera”, la presencia de personajes vestidos de militares armados
sugiere un ‘estado de emergencia’ semejante a las situaciones que atraviesa el
país por los conflictos sociales. Asimismo, Cochachín simboliza la relación
vital con la Tierra en “Oro negro”, donde las profundidades de las capas
geológicas albergan un feto cuyo líquido amniótico es extraído por máquinas,
‘humanizando’ la naturaleza.
Estas
reflexiones, plasmadas en composiciones armónicamente geométricas de ricas texturas
que incorporan diversas técnicas artísticas, sintetizan un diálogo continuo
entre las raíces personales y las preocupaciones cotidianas. Quizás como el
zorrito que aparece en algunas obras transitando por los límites, Eduardo
Cochachín toma suficiente distancia para observar y cuestionarse sin
desarraigarse de la Tierra. Y a la vez, invitar a inquietarnos con sus
reflexiones.
Paola
Miyagusuku
Agosto 2015
