martes, 11 de diciembre de 2012

ARTMOTIV

En las artes plásticas contemporáneas no solamente abundan los géneros, sino que además los límites entre ellos tienden a desdibujarse. Si bien en nuestros días la experimentación con plena libertad de parámetros es una realidad difícil de objetar (puesto que hay quienes hablan incluso de “vacío semántico”1), es poco probable que el resultado consiga ganar existencia por derecho propio. El riesgo de la experimentación sin estar dentro de un lenguaje canónico es demasiado grande y costoso para animarse a emprenderlo sin morir en el intento. Cuando el artista es solvente (esto es, cuando tiene recursos para hacer una síntesis feliz de ideas y materiales) y además se aventura a abrir caminos con sus mezclas, además de bueno, lo juzgaremos audaz. Cochachín (en quechua oriundo del valle de Santa significa “laguna silenciosa”) es un artista audaz. Tampoco se trata el suyo de un arte kamikaze, que asuma el riesgo como finalidad o que ponga en valor la espontaneidad y el accidente como vehículo expresivo; muy por el contrario, en su pintura la expresión está claramente subordinada a la idea. En ella es ostensible un minucioso intento integrador: esto se aprecia tanto en el uso de diversos materiales y texturas creadas con textiles, madera, metal y cuerdas, como en la incorporación de colores planos y señas provenientes de las artes gráficas. La disposición geométrica de elementos, que siendo tan concienzudamente distintos entre sí quedan perfectamente amalgamados, da cuenta de un nutrido bagaje compositivo y de un balance matemático. Decimos que la plástica de Cochachín es valiente, además, porque es una apuesta por la síntesis, comprendida como fusión de horizontes culturales. La finalidad es clara: ser fiel al dictado de la propia identidad –a las raíces– y no callar abusos ni arbitrariedades por condescendencia. “Laguna Silenciosa” es un bruñido espejo, capaz de reflejar el revés de la trama: expuso el año pasado la individual Marea negra, evocando los atropellos contra el agua y el ciclo de la vida más allá del hombre, y a manos del hombre que erige en el centro de todo sus intereses pequeños. Del mismo modo retrató el “Baguazo” y sus actores políticos en un ajedrez contra la muerte, como hiciera Bergman en el filme El séptimo sello. Cochachín egresó en el 2002 de la Ensabap con honores de finalista, ha participado en la Bienal de Arte Contemporáneo Chapingo (México) “Arte con raíz en la tierra”, y ha sido finalista del XII Salón del ICPNA (2010). Sus influencias vienen de cerámicas y textiles anónimos, de piedras que hablan y de ciudades de arena con templos-observatorios. Fernando de Szyszlo es uno de sus autores de culto, de quien aprendió que solamente se pueden decir verdades universales desde el amor concreto, singular y aldeano.

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